ALAN´S
WAR
THE
MEMORIES OF G.I.ALAN COPE
ESTELAS DEL NUEVO SUEÑO
TRANSAMERICANO
por Ariel Pintor.
Hacia
años que un cómic no me aferraba el corazón y lo exprimía en su
puño; no de esta manera.
Creía que estaba leyendo las memorias del ex-soldado Cope; enviado por EEUU a Europa hacia el final de la 2da guerra mundial, y por lo tanto alguien cuya experiencia y visión del conflicto se me antojaba, en principio, diametralmente opuesta a las fantasías bélicas de un soldado Ryan, o del Sargento Rock, o de cualquier conmemoración ortodoxa y por lo tanto predominantemente sangrienta, de aquellos años en los que el ‘viejo mundo’ parecía estar haciendo todo lo posible por suicidarse.
Creía que estaba leyendo las memorias del ex-soldado Cope; enviado por EEUU a Europa hacia el final de la 2da guerra mundial, y por lo tanto alguien cuya experiencia y visión del conflicto se me antojaba, en principio, diametralmente opuesta a las fantasías bélicas de un soldado Ryan, o del Sargento Rock, o de cualquier conmemoración ortodoxa y por lo tanto predominantemente sangrienta, de aquellos años en los que el ‘viejo mundo’ parecía estar haciendo todo lo posible por suicidarse.
Creía
que la intención de su autor, Emmanuel Guibert era básicamente
plasmar los recuerdos de un simpático viejecito de pasado
interesante cuan ya lejano. Un viejecito que el dibujante galo había
conocido por casualidad un día de verano y con quien, tras entablar
amistad, había acordado colaborar para realizar “Alan’s War”,
híbrido de cómic, memoria histórica y (faceta esta ya mas inusual,
revelada solo hacia el final de las 300 paginas que componen la
edición integral) tratado filosófico-existencial.
Creía
que iba a leer esta, para definirla a través de esa denominación
contemporánea mas bien pedante, novela
gráfica,
para acto seguido archivarla como enésima lectura efímera, cosa que
ocurre a menudo con los comix que leo desde hace ya tiempo. Algo que
creo les pasa a bastantes lectores y lectoras de mi quinta, que se
beneficiaron de la breve eclosión del medio hacia horizontes mas
ambiciosos durante los 70 y 80, antes del apogeo de la era
'internautica'. El Eternauta perdió la contienda.
Vuelvo
de los cerros de Ubeda. En cambio, aquí estoy varias semanas después
del ya mencionado apretón de corazón, buscando definir porque AW me
ha afectado tanto. Eran como las seis de la mañana de un día de
fiesta y no conseguía dormir, así que me dispuse a terminar el tomo
que llevaba ya unos días entre manos. Algo después, despertaba a mi
mujer con un sollozo que simplemente, no lograba contener. Porque el
cómic de Guibert me tendió una emboscada, completamente por
sorpresa. Intento explicar en que consistió esa emboscada, y me
cuesta, sea por lo inesperada que por lo esencial. Esencial, ya que
la lectura de este cómic conlleva asimilar la narración de Alan
Cope, y también algo mas. Algo mas que definiría como una llamada
de atención a nuestra conciencia individual, social e histórica.
Quien
dijo pedante. Pero,
¡es
cierto! Este cómic, con su aparente sencillez gráfica (tinta a
blanco y negro, paisajes a menudo esbozados, figuras enmarcadas por
sendos vacíos blancos; simulacro este del limbo de la memoria,
quizás) y su benévolo y tranquilo narrador, alberga una profunda
sutileza, ya que conduce gradualmente al lector a una reflexión
intensamente intimista. Cada paso ulterior por la biografía de Cope
nos lleva finalmente hasta la esencia misma del valor que cada uno
podemos achacar a nuestros propios recuerdos. Su lectura nos lleva a
considerar el modo en que la identidad individual de cada cual queda
plasmada a través de los recuerdos. Y eso convierte a este cómic,
documento de las memorias de un individuo, en un documento sobre el
acto mismo de recordar. Documento que consigue rizar el difícil rizo
de permitir al lector mirar hacia adelante, al futuro, a través de
una profunda reflexión sobre el pasado.
El
guion de “Alan’s War”, publicada inicialmente entre 2000 y
2008, es el resultado de horas de conversaciones entre Guibert
(París, ’64) y el ya fallecido Cope (Alhambra, CA ’25 - París
’99), mantenidas a lo largo de cinco años de amistad que unieron
al dibujante francés y el transplantado traductor-interprete-oficial
de notaria californiano, quien llego a Europa por mano del tío Sam y
decidió intercambiar el sol del Pacifico por el del Mediterráneo.
Con
el epígrafe de Cope citando esa obligación civil de juventud,
empieza la narración: “Uncle Sam told me…”. Y Guibert traba la
primera trampa, ya que el lector prejuicioso como yo enseguida ficha
a Cope como el típico yanqui patriota entusiasta. En cambio, a lo
largo de esa narración, el soldado Cope sorprende al lector una y
otra vez con pequeños actos de curiosidad, ternura y sagaz
observación de la variada humanidad que encuentra a su paso. Actos
que nada tienen que ver con el patriotismo o la violencia. Sin
embargo, la gráfica suave de Guibert no fuerza ninguna perspectiva,
no moraliza o se regocija cada vez que desequilibra las expectativas
del lector. Descubrimos la riqueza y complejidad de la personalidad
de Cope de la misma manera que Alan Cope, 20añero sin
complicaciones, se convierte en el Alan Cope cincuentón, con dos
tercios de su vida a las espaldas y apenas entonces comenzando a
comprender el significado real del dicho ese de “solo se que no se
nada”. Como ese ultimo autorretrato de Goya, decidido a seguir
aprendiendo a pesar de la vejez: a las puertas del cementerio, pero
“aun aprendo”, aun aprendo.
Descubrimos
la potencial riqueza del mundo y de la experiencia vital de un
individuo, así como la descubre Alan: gradualmente, de manera
natural, y ademas sin respuestas claras o moralina barata, al estilo
preferido de las fabricas de sueños de hoy en día. En vez que
ofrecernos como colofón una sentimental reflexión hollywoodiense
(el soldado Ryan en el cementerio de Colleville), es justo cuando
Cope alcanza la mediana edad que la cosa se empieza a calentar.
Porque lo que nos deja claro esta novela gráfica / histórica /
biográfica, es que la historia no la escriben ni vencedores ni
vencidos, si no todos los demás. La banda sonora de los grandes
cataclismos de la humanidad no es una pomposa zarabanda germánica,
si no el creciente e inexorable murmurio de millones de individuos
confusos e inciertos. No una coral de banales leyes 'universales', si
no un crescendo minimalista compuesto por billones de pequeñas
epifanías, encuentros y desencuentros, callejones sin salida, sueños
que quizás pudieron ser, brevemente, realidad. Y esa aplastante
sensación de que lo que vamos buscando, ya lo dejamos hace tiempo
atrás; o quizás este justo a la vuelta de la esquina. O simplemente
delante nuestro, donde siempre ha estado.
Esto
es lo que dio de si la experiencia vital de Alan Cope, y yo agradezco
a Guibert su buen hacer como oyente, no solo como dibujante. Otra
cosa que transmite esta obra, es la sensación de que estamos
escuchando un dialogo entre amigos. Y esto, sin oír en momento
alguno la ‘voz’ del autor, excepto a través de los trazos de su
lápiz. Esos trazos que destilan y plasman la empatia de un joven
europeo con un anciano norteamericano, para así completar el arco de
ese proceso que comienza en la California de los años 40. Un mundo
no tan lejano pero que a pesar de ello, parece ya producto de una
ciencia-ficción.
Otra de las muchas cosas que impactan de “Alan’s War”, cómic
del siglo XXI: lo pequeño que se ha quedado el mundo en el poco más
de medio siglo trascurrido desde la llegada de Cope y el ejercito
estadounidense a Europa.
Al
contrario de la mayor parte de sus compañeros y de los exhaustos
supervivientes, ansiosos por entregarse al Gran Sueño americano a
cambio de esa frágil paz capitalista en que vivimos, el encuentro
con el viejo mundo convierte al despreocupado Californiano en un
curioso amalgama de hombre renacentista transatlántico. Empujado por
ese dinamismo que caracteriza a tantos de sus compatriotas, moldeado
y tallado por las inquietudes existenciales que recogerá en una
destrozada Europa, Cope es testigo de la implosión del iluminismo,
su transformación en algo mas complejo e incierto. A pesar de ello,
puede ver con claridad, la claridad del extranjero, los tesoros que
yacen entre las ruinas. Las ruinas de ese viejo mundo, cuna y caudal
de la corriente imparable de la Historia, con mayúscula (y con
disculpas a Olduvai, Bagdad, Pekin, y otras cunas globales...).
En
resumen: pausadamente devastador, como les gusta describir a los
ingleses obras que parecen tranquilas, y de repente te atenazan el
corazón, sin apenas darte cuenta. Si
no sentís un arrebato de estos al alcanzar la resolución de la
amistad de Cope con la pareja Gerhart Münch/Vera Lawson, en la que
Guibert utiliza un segundo medio gráfico para dar aun mas garra a su
reflexión existencial, es que estáis falt@s
de vitaminas, o alma, o corazón.
Sin duda pongo este “Alan’s War” a la altura de los usuales
pilares del genero: Moore, Spiegelman, el “Paracuellos” de
Giménez, etc. Avisaos quedáis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario